Buenas tardes!! Atención 6° y 7°. P. del Lenguaje. Seguimos trabajando con la crónica periodística. Volver a leer la noticia, identificar a los emisores y subrayar o reescribir los discursos emitidos por cada uno con un color distinto. ( En el caso de la periodista no es necesario reescribir todos sus discursos porque son la mayoría, pero si reconocerlos) El martes que viene lo revisamos en clase.
Emisores
Periodista Mariana García
Cabo de la policía César Paulu
Marido de la parturienta Rosendo
"Con la ayuda de un policía, una mujer tuvo a su hija en un remís"
25/11/10
Por Mariana García
Iba con su esposo al hospital y no llegó. Fue ayer al mediodía, en una calle de Villa Urquiza.
El cabo Paulu imposta la voz: “En la intersección de Ávalos y Olazábal, se nos aproxima un NN masculino manifestando que la esposa estaba a punto de dar a luz”. Habrá que esperar que el relato siga en formato de declaración para llegar a lo importante: que dentro de un remís, en Villa de Urquiza, una mujer parió a su segunda hija sin más ayuda que las manos de un cabo de la Federal.
Y que el cabo, convertido en partero, aguantó hasta atar el cordón para llorar él también. Un fotógrafo de Clarín pasaba por allí y fue testigo del parto.
Todo ocurrió al mediodía, cuando Cristina de Piñeiro, de 21 años, llamó a su esposo, Rosendo, de 31, a la pollería donde trabaja para decirle que el bebé venía en camino. Rosendo corrió. Ya se había perdido el nacimiento de su primera hija, Melina. No llegó a tiempo. Rosendo se prometió que otra vez no iba a pasar lo mismo. Y no pasó.
El remís apenas hizo unas cuadras cuando Cristina no pudo más. Rosendo se abalanzó sobre el patrullero. El cabo César Paulu se hizo cargo del asunto y como un autómata, repetía lo que aprendió en el curso de la Federal : “Que no grite en los pujos, que haga fuerza como si hiciera caca, que el bebé no trague líquidos, atar el cordón a cuatro dedos de distancia...” Al padre, que estaba “blanco como una pared”, le pidió que se saque la remera para cubrir al bebé. Y en eso estaba cuando los vecinos empezaron a llegar. Alguien alcanzó toallas, guantes de látex. Las chicas del lavadero llevaron el botiquín.
La madre, un poco asustada pero tranquila, se dedicó a lo suyo: parir . Desde atrás, el padre seguía congelado. “Estaba re nervioso, te volvés loco, no tenía ni idea de lo que tenía que hacer”, le dijo a Clarín desde el Hospital Pirovano donde Cristina y su beba se reponían sin más sobresaltos del que ya habían tenido.
Cuando todo terminó, el cabo Paulu pensó en su hijo, que tiene un año y medio. Entonces, se apoyó en el remís y lloró. “No una lágrima, millones”, confesó. Sólo le pidió a Rosendo que además de Brenda, la nena lleve el nombre de su esposa: Salomé. Rosendo, obvio, accedió. Y la historia terminó con todos aplaudiendo a madre, hija y partero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario